Segundo momento: Dolor

El dolor constituye, junto con el sufrimiento, una experiencia nodal de la vida. Ambas vivencias enseñan al hombre una lección y permanecen hasta tanto el aprendizaje que proponen no se realiza.

Pueden ser acalladas, anestesiadas, dormidas, pero sólo la comprensión del sentido de su presencia hace que puedan ser trasmutadas. Mientras tanto, como dice Unamuno, al hombre "no le podrán quitar su doloroso sentir".

Luego del primer momento de sorpresa comienza el dolor y el sufrimiento. Pero antes de seguir adelante vamos a hablar un poco sobre estas vivencias en sí mismas.

El dolor

El dolor es una sensación, originada por cambios fisiológicos muy diversos, destinada a ser eliminada y que se asocia a la presencia de algún tipo de daño o alteración del equilibrio somático.

Si bien es cierta la existencia del compromiso sensorial orgánico, parece mejor pensar que el dolor nace siempre por una función que se deja de realizar: es un estado pático que suple a un estado activo.

Consiste en la presencia, en la conciencia, de una parte del cuerpo cuya existencia se ignoraba o se pasaba por alto en silencio. El cuerpo grita en el dolor y es bueno tratar de entender qué dice con sus gritos.

De dónde nace el dolor

El planteo general que hace la ciencia acerca del dolor podemos resumirlo en los siguientes términos:

  1. Es posible reconocer que en el dolor intervienen importantes motivaciones emocionales. Así, por ejemplo, la angustia puede generar contracturas musculares faciales o de cuello, que dan lugar, posteriormente, a la sensación de dolor. Sujetos aprensivos llegan a sentir los dolores de ciertas patologías con sólo imaginar que las padecen, sin que en realidad exista base orgánica que los avalen. Pero lo opuesto también es cierto: dominado por fuertes emociones el hombre puede anestesiar el dolor.

  2. Sin la existencia de un componente neurofisiológico la sensación de dolor no es posible. ¿Cuál sería, entonces, el circuito de este componente orgánico?

La sensación de dolor implica la existencia de un centro receptor del dolor del sistema nervioso y de un área sensitiva en el cerebro, que permite lograr conciencia de la sensación percibida, interpretarla e integrarla en un arco que facilita una respuesta.

Los receptores de dolor son terminaciones nerviosas desnudas y los distintos tipos de estímulos que reciben se distinguen por la naturaleza de las estructuras que rodean tales terminaciones. Cuando el estímulo es muy intenso se pierde la capacidad de especificación y la sensación que domina es el dolor.

Los impulsos dolorosos son trasmitidos por medio de dos vías: nmielínica, que propaga el dolor con rapidez y que da lugar al dolor repentino y agudo, y la amielínica, que propaga más lentamente, como un malestar intenso, continuo y difuso.

Desde los receptores la sensación se propaga a través del conducto nervioso denominado tracto espinotalámico lateral. El tracto cruza al lado opuesto de la neurona que le ha trasmitido la sensación y cuando esta sensación llega a la corteza, se transforma en estímulo psíquico y aparece entonces la psicología del dolor en escena.

Estos hechos constituyen parte de la concepción del dolor, y la ciencia sigue avanzando sobre el problema de la finalidad del dolor. Esta cuestión nos va a servir de puente para plantear algunas ideas relativasal dolor y su sentido en la vida del hombre.

La finalidad del dolor

Podemos encontrar en muchos trabajos la afirmación de que el dolor posee una finalidad defensiva, algo así como una señal de peligro según la cual la intensidad del dolor está en relación a la magnitud del peligro.

Esto puede ser cierto en algunos casos, como el dolor que provoca un cólico renal, pero no ocurre lo mismo, por ejemplo, en el dolor de muelas, donde una pequeña inflamación en la encía no pone en peligro la vida del sujeto, pero que se constituye en uno de los dolores más intensos y agudos que el hombre sufre.

De modo tal que no siempre existe relación entre dolor y peligro. Otros ejemplos sirven para sostener este punto: en la neuralgia del trigémino, donde la patología sólo consiste en el dolor; en ciertos tipos de cáncer, que cursan por una vía oculta y sólo emergen antes del final sin que haya habido dolores que lo preanunciaran.

Esto nos lleva a una conclusión: no existe relación directa entre intensidad del dolor y gravedad del padecimiento. El dolor no expresa siempre un peligro real, pero también es cierto que puede estar conllevando un valor simbólico de "gravedad". Esto podría plantearse diciendo que la intensidad del dolor o su ausencia no sólo responde a cuestiones de recepción, conducción o interpretación neurofisiológica, sino también a algo que podríamos denominar "volumen emocional" comprometido en el proceso.

Cuando analizamos la finalidad del dolor vemos que éste enriquece la conciencia de lo corporal, pero que también, y al mismo tiempo, individualiza a la persona que lo sufre. El dolor no es una noticia, sino que el dolor afecta a quien lo padece. Es al mismo tiempo una sensación y un afecto.

Esta cuestión del dolor en relación a la conciencia dolorosa nos lleva al problema del sufrimiento.

Cuándo aparece el sufrir

Mientras el dolor nos habla del cuerpo y sus avatares el sufrimiento nos habla del ser, que es la diferencia que existe entre "tengo un dolor" y "yo sufro".

El dolor posee una marcado carácter espacial. Cuando una persona tiene un dolor puede situarlo en alguna parte de su cuerpo; en cambio, el sufrimiento es temporal, se vincula con la historia y la biografía de una persona.

El origen del sufrimiento se gesta a partir del vivir. Acontecimientos, hechos, sucesos, experiencias, fantasías, pérdidas, es decir, la vida toda puede ser causa del sufrimiento v de algún modo el sufrimiento es una respuesta emocional ante la experiencia del vivir y sus vicisitudes.

Tanto el dolor como el sufrimiento son dos maneras de explorar la intimidad y de empujar al sujeto hacia la madurez y la perfección. Cuando analizamos el dolor y el sufrimiento como fenómenos,

se aprecia que el nivel del dolor se halla ligado al nivel de conciencia y desarrollo del sujeto, y muchas veces, ayuda al despliegue de un mayor grado de crecimiento y madurez. El sufrimiento puede ser motor de cambio y transformación.

Por lo tanto, el dolor y el sufrimiento son experiencias; antes que eliminarlas, hay que tratar de comprender su significado en la vida de una persona para poder convertirlas en experiencias de aprendizaje.

Mapa emocional

El dolor es un signo de la existencia de un desequilibrio orgánico y/ o emocional. "En los músculos revela una angustia mental; en los huesos se localiza a un nivel más profundo, afectándonos en el mismo núcleo de nuestro ser", dice Debbie Shapiro. De modo tal que, más allá de una significación general, el dolor está muy ligado a dónde y qué es lo que duele.

Muchas veces también puede estar destinado a encubrir afectos que el sujeto no quiere ver o a revelar afectos que se han sofocado. Por el dolor me entero de lo que guardo en el "sótano" de mi personalidad, en el lado oscuro que llamamos "la sombra".

Pero ocurre que también, y aunque parezca paradójico, el dolor es una afirmación del estar vivos y el querer luchar por la vida. "Mientras duele, vivo".

En algunos personas con dolores crónicos y/o agudos el sufrimiento que les provoca genera un movimiento de repliegue sobre ellosmismos. De modo tal, que podría pensarse que el dolor expresa, a veces, la necesidad de reencontrarse que un sujeto tiene, o la necesidad de hallar una explicación o de bucear dentro de sí, procesos a los cuales se niega y entonces el dolor aparece como un síntoma de este conflicto, que recuerda la dirección correcta a seguir.

Muertes inesperadas y sufrimiento

Los párrafos anteriores explicitaron la naturaleza y el sentido del dolor y del sufrir. Ante una muerte inesperada los que quedamos vivos reaccionamos con nuestro cuerpo y nuestra alma. Se produce una conmoción intensa vprolongada que luego, a veces, se silencia, pero que no desaparece: "la procesión va por dentro".

Esta experiencia de sufrir es necesaria por que nos enfrenta con nosotros mismos, con nuestras limitaciones, con el valor de lo perdido, pero también con el hecho de que seguimos vivos.

Quien sufre ante una muerte inesperada, quien responde emocionalmente, con su soma o en cuerpo y alma, está dejando emerger el desgarrón interior que le produjo la noticia de la muerte inesperada de un ser querido, y al ponerlo en grito, ya está dando el primer paso para sanarlo.