Resignación y desesperanza

Pero más frecuentemente ocurre que, quien perdió de un modo inesperado a un ser querido y ya no tiene ocasión para terminar lo comenzado, cerrar lo abierto, realizar lo proyectado, se vuelca a "relamerse" en la desesperanza y la resignación.

Ambas emociones son paralizantes, vacían el contenido de la vida y, si bien logran amortiguar o hacer desaparecer la angustia, con esa ausencia se borra el motor de la vida.

"No puedo hacer nada", "ya está todo acabado", son actitudes que no ayudan al duelo. Por el contrario, lo detienen.

Es cierto que ya no podrá tener un hijo con su marido muerto, o jugar con su hijo desaparecido, pero hay gestos "rituales" que convocan y despiden los "fantasmas de los muertos" de un modo efectivo. Que obtienen y dan perdón, concretan proyectos, limpian los "asuntos pendientes". Este lenguaje simbólico es el que hay que aprender para poder cancelar las deudas y, libres de equipajes, empezar de nuevo.