Una pequeña revolución de Gran Bretaña: Ser jardinero, una invitación al asombro y la serenidad

La tradición de pasar horas en el jardín, cultivando, desbrozando y plantando, tiene un lugar especial en la cultura anglosajona, y requiere entrenar la paciencia, para esperar o renunciar cuando una planta no prospera; el asombro cuando la primavera florece; la alegría cuando logras un conjunto armónico.

No necesitas un gran jardín para ser jardinero: basta con una maceta para disfrutar de los milagros de la naturaleza.

Cuenta el escritor Paulo Coelho que podemos decidir entre ser constructores o jardineros: podemos comportarnos como si fuésemos bloques de piedra, incapaces de cambiar, o bien aceptar nuestras contradicciones y aprender a vivir con ellas de forma más flexible, como si fuésemos jardineros. Los constructores construyen, pero una vez terminado el edificio, si no haces nada, este solo cambia a peor y se degrada con el paso del tiempo. El jardinero, en cambio, tiene que armarse de paciencia y contar con el tempo de la naturaleza —tan parecido al de la psique humana—, pero si se adapta al terreno, si elige sus plantas en función de la tierra y del clima, si se adelanta a los problemas y las pestes, si repara los daños cuando son inevitables... logra un jardín a su medida, lleno de vida, cada día más consolidado, más fértil. Por ello, dice Coelho, ser jardinero puede ser más enriquecedor que ser constructor. En cierto modo, tener mentalidad de jardinero ayuda a sembrar, pactar con la naturaleza, aceptar el cambio, podar, recoger... El paisaje de una vida mental y emocional plena es el fruto de una búsqueda personal. De un viaje que todos tenemos que emprender.

«Tu mente es un jardín. Tus pensamientos son las semillas. Tú puedes hacer crecer flores o hacer crecer malas hierbas.»
Anónimo