Pequeñas revoluciones de los lectores: Sonia

SONIA: «Cuando he tenido un mal día o una mala semana, cuando algo me perturba, lo que hago es lo siguiente: madrugo, madrugo mucho, lo suficiente para ver salir el sol. Es un acto casi íntimo, a solas. Y

aprecio minuto a minuto su luz naciente, y pienso que sale cada día, con independencia de mi estado de ánimo y de mis problemas, y lo seguirá haciendo, pese a todo. Así que no me queda otra que arreglar lo que tenga que arreglar y tratar de salir adelante, a ser posible con una sonrisa».

RICARDO: «Trabajo como directivo en una multinacional y os puedo asegurar que hay días que son para salir corriendo: reuniones, viajes, decisiones trascendentales —¿cuándo no lo son?—, conflictos...

Me gusta mi trabajo, pero a veces la presión es grande. Entonces cojo el coche y pongo tierra de por medio entre la oficina y yo mismo, en busca de verde, bosque, campo, naturaleza. Esa distancia física me resulta casi analgésica, terapéutica, porque me ayuda a lograr una distancia mental que me da perspectiva y relativiza todo aquello a lo que me enfrento en el trabajo. Y pasear durante un rato entre árboles, plantas y tranquilidad me resulta balsámico. Lo recomiendo».