El amor vence al tiempo

Con el destino en las palmas de nuestras manos, el alma aprende que el amor vence al tiempo, a la memoria y a la historia.

Que si se tiene amor se harán bien todas las cosas.

Que no es necesario olvidar el padecer de una pérdida para sanarla.

Que podemos recordar como si el recuerdo fuera una caricia. Que el tiempo no nos ata, que podemos sentirnos libres, porque el amor ha hecho revivir lo perdido como algo interno que nos nutre con su afecto.

Que las personas pasan, pero los afectos quedan, no como un doloroso sentir, sino como una tierna brisa de la memoria.

Que no es necesario caminar a pie el camino de las sombras del sufrimiento y que tampoco es imprescindible hacerlo a solas. Que es posible recordar, aun después de muchos años, al ser querido que murió repentinamente.

Que es posible que lo sigamos amando, pero ahora no con un amor exclusivo que nos ata y nos absorbe sino con un espíritu libre, agradecido y generoso, que nos empuja a seguir viviendo.

Que el amor vence al tiempo, no sólo porque "si te amé nunca voy a olvidarte", sino porque el amor hace del tiempo un concepto inútil. Para el amor no hay geografías, no hay fronteras y no hay tiempo. Del mismo modo que el tiempo no cabe en un reloj, así el amor no cabe en un recuerdo.