Método 2

HAY SIETE PASOS BÁSICOS:

1. Comienza con tres o siete largas respiraciones del tipo que entra y sale, pensando bud- con la inhalación, y -dho con la exhalación. Mantén la sílaba de meditación tan larga como la respiración.

2. Sé claramente consciente de cada respiración que entra y sale.

3. Obsérvala mientras entra y sale, notando si se siente cómoda o incómoda, amplia o estrecha, obstruida o fluyendo libremente, rápida o lenta, cálida o fresca. Si la respiración no se siente cómoda, ajústala hasta que lo esté. Por ejemplo, si el inhalar y exhalar largo te es incómodo, trata de inhalar y exhalar corto.

En cuanto notes que tu respiración se siente cómoda, deja que esta sensación de respiración cómoda se expanda a las diferentes partes del cuerpo. Para empezar, inhala la sensación de la respiración en la base del cráneo y deja que fluya a lo largo de la columna hacia abajo. Entonces, si eres del género masculino, deja que se expanda por la pierna derecha hacia la planta del pie, hasta la punta de los dedos, y que salga afuera. Inhala la sensación de la respiración en la base del cráneo nuevamente y deja que fluya a lo largo de la columna hacia abajo y que se expanda por la pierna izquierda hasta la punta de los dedos, y que salga afuera. (Si eres del género femenino, comienza con el lado izquierdo, pues los sistemas nerviosos masculino y femenino son diferentes.)

Entonces deja que la respiración se propague desde la base del cráneo hacia los hombros, pase por los codos y muñecas, hasta la punta de los dedos, y que salga afuera.

Deja que la respiración en la base de la garganta se expanda al nervio central del frontal del cuerpo hacia abajo, que pase por los pulmones y el hígado, y continúe hacia abajo, a la vejiga y el colon.

Inhala el aliento justo a la mitad del pecho y deja que se mueva hacia abajo, a los intestinos.

Deja que todas estas sensaciones de respiración se expandan de manera que se conecten y fluyan juntas, y notarás un aumento significativo en la sensación de bienestar.

4. Aprende cuatro maneras de ajustar la respiración:

  • a. inhalación larga y exhalación larga,
  • b. inhalación larga y exhalación corta,
  • c. inhalación corta y exhalación larga,
  • d. inhalación corta y exhalación corta.

Respira de la forma que sea más cómoda para ti. O, mejor aún, aprende a respirar cómodamente con cada una de las cuatro formas, pues tu condición física y tu respiración siempre están cambiando.

5. Familiarízate con las bases o puntos focales de la mente —los puntos de asentamiento de la respiración— y centra tu atención en el que te sea más cómodo. Algunos de estos puntos son:

  • a. la punta de la nariz,
  • b. la mitad de la cabeza,
  • c. el paladar,
  • d. la base de la garganta,
  • e. la punta inferior del esternón,
  • f. el ombligo (o un punto justo encima).

Si sufres de dolores de cabeza frecuentes o de problemas nerviosos, no te enfoques en ningún punto más alto que la base de la garganta. Y no trates de forzar la respiración o ponerte en trance. Respira libre y naturalmente. Deja que la mente esté a gusto con la respiración —pero no hasta el punto de que se te escape.

6. Expande la extensión de tu conciencia —tu sentido de sensación consciente— a través del cuerpo entero.

7. Une las sensaciones de la respiración a través del cuerpo, dejando que fluyan juntas cómodamente, manteniendo la atención tan amplia como te sea posible. Una vez que seas totalmente consciente de los aspectos de la respiración que ya conoces en tu cuerpo, también llegarás a conocer toda clase de otros aspectos. La respiración, por su propia naturaleza, tiene muchas facetas: hay sensaciones de respiración que fluyen por los nervios, otras que fluyen alrededor y en torno a los nervios, e incluso otras que se expanden desde los nervios hasta cada poro. Las sensaciones de respiración benéficas y dañinas se encuentran mezcladas por su propia naturaleza.

Resumiendo: (a) con el fin de mejorar la energía ya existente en cada parte de tu cuerpo, para que le puedas hacer frente a la enfermedad y al dolor; y (b) con el fin de clarificar el conocimiento ya existente dentro de ti, para que así se convierta en una base para las destrezas que llevan a la liberación y a la pureza del corazón —debes mantener estos siete pasos siempre en mente, pues son absolutamente básicos para cada aspecto de la meditación en la respiración. Cuando los hayas dominado, habrás trazado una ruta principal. En cuanto a los caminos aledaños —concomitantes a la meditación en la respiración— hay muchos, pero no son realmente importantes. Estarás perfectamente seguro si te ciñes a estos siete pasos y los practicas tanto como te sea posible.

Una vez que hayas aprendido a poner tu respiración en orden, será como si tuvieras los residentes de tu hogar en orden. Los aspectos concomitantes a la meditación en la respiración son como las personas que no pertenecen a tu hogar —en otras palabras, son huéspedes. Una vez que las personas de tu hogar se comporten adecuadamente, tus huéspedes tendrán que seguir el ejemplo.

Los “huéspedes” aquí son las señales (nimitta) y respiraciones errantes que tienden a pasar por la extensión de la respiración con la que estás tratando: las diversas señales que pueden emerger de la respiración y que pueden aparecer como imágenes —luces brillantes, personas, animales, tú mismo u otros; o como sonidos— voces de gente; algunas familiares, otras no. En algunos casos las señales aparecen como olores —tanto fragantes como fétidos como un cadáver. Algunas veces la inhalación puede hacerte sentir tan lleno que no tendrás sensación de hambre ni sed. Algunas veces la respiración puede mandar sensaciones de calor, frío u hormigueos a través de todo el cuerpo. Algunas veces puede causar que cosas que nunca se te habían ocurrido antes, broten repentinamente en tu mente.

Todas estas cosas se clasifican como huéspedes. Antes de recibirlos, debes poner tu respiración y mente en orden, haciéndolos estables y seguros. Cuando recibas estos huéspedes, primero deberás ponerlos bajo tu control. Si no los puedes controlar, no quieras tener nada que ver con ellos. Podrían apartarte del camino. Pero si los pones a prueba, te pueden ser útiles más tarde.

Ponerlos a prueba quiere decir cambiarlos a voluntad, a través del poder del pensamiento (paṭibhāga nimitta) —hacerlos grandes o pequeños, mandarlos lejos, traerlos cerca, hacerlos aparecer y desaparecer, mandarlos fuera, traerlos dentro. Solamente entonces podrás usarlos en el entrenamiento de la mente.

Una vez que hayas dominado estas señales, harán surgir la aparición de poderes sensoriales elevados: la habilidad de ver sin abrir los ojos; la habilidad de oír sonidos distantes u oler aromas distantes; la habilidad de saborear los diferentes elementos existentes en el aire y que pueden ser útiles para ayudar al cuerpo a sobrellevar las sensaciones de hambre o deseo; la habilidad de hacer que ciertas sensaciones aparezcan a voluntad —sentirte fresco cuando quieras sentirte fresco, cálido cuando quieras sentirte cálido, o tibio cuando quieras sentirte tibio, fuerte cuando necesites fuerza— porque los diferentes elementos del mundo que te pueden ser útiles físicamente llegarán y aparecerán en tu cuerpo.

La mente, también, se elevará, y tendrá el poder de desarrollar el ojo de la intuición (ñāṇa-cakkhu): la habilidad de recordar vidas pasadas, la habilidad de saber dónde los seres vivos renacerán después de la muerte, la habilidad de limpiar el corazón de las fermentaciones de las impurezas. Si eres astuto puedes recibir estos huéspedes y ponerlos a trabajar en tu hogar.

Estos son algunos de los aspectos concomitantes a la meditación en la respiración. Si te encuentras con ellos en el transcurso de tu práctica, examínalos cuidadosamente. No te alegres por lo que aparezca. No te molestes o trates de negar lo que aparezca. Mantén la mente balanceada. Mantente neutral, sé circunspecto. Considera cuidadosamente todo lo que aparezca, para determinar si puedes confiar en ello o no. Si no lo haces te puede llevar a suposiciones equivocadas. Bien y mal, correcto y errado, alto y bajo: todo depende de si tu corazón es astuto o necio, y de cuán ingenioso seas. Si eres necio, aún las cosas elevadas pueden ser bajas y las cosas buenas, malas.

Una vez que conozcas los varios aspectos de la respiración y sus aspectos concomitantes, podrás adquirir el conocimiento de las cuatro Nobles Verdades. Además, podrás aliviar dolores físicos cuando estos aparezcan en tu cuerpo. La sati, el mantener la respiración siempre presente, es el ingrediente activo de esta medicina; la respiración que entra y sale es el disolvente. La sati puede limpiar y purificar la respiración. Una respiración pura puede limpiar la sangre a través del cuerpo, y una vez que la sangre está limpia, puede aliviar muchas de las enfermedades y dolores del cuerpo. Si sufres de trastornos nerviosos, por ejemplo, estos desaparecerán completamente. Es más, serás capaz de fortalecer el cuerpo de manera que sentirás un gran estado de salud y bienestar.

Cuando el cuerpo se siente bien, la mente puede calmarse y descansar. Y una vez que la mente esté descansada, ganarás fuerza: la habilidad de aliviar todas las sensaciones de dolor mientras estés sentado en meditación, así que te podrás sentar durante horas. Cuando el cuerpo está libre de dolor, la mente está libre de impedimentos (nīvaraṇa). El cuerpo y la mente se vuelven fuertes. Esto se llama samādhi-balaṁ —el poder de la concentración.

Cuando tu concentración es así de poderosa, puede dar lugar al discernimiento: la habilidad de ver el sufrimiento, su causa, su cesación y el camino que lleva a su cesación, todo claramente dentro de la respiración. Esto se puede explicar como sigue: la respiración que entra y sale es sufrimiento —la inhalación, el sufrimiento del surgimiento; la exhalación, el sufrimiento de la cesación. El no ser consciente de la respiración mientras ésta se mueve dentro y fuera, el no conocer las características de la respiración, es causa de sufrimiento. El saber cuando la respiración está entrando, saber cuando está saliendo, el conocer sus características claramente —es decir, mantener tu análisis de acuerdo con la verdad de la respiración— es la Perspectiva Correcta, parte del Noble Camino.

El saber qué modos de respiración son incómodos, saber cómo variar la respiración; saber: “Esta forma de respirar me es incómoda; tendré que respirar de este otro modo para poder sentirme tranquilo”, esto es la Resolución Correcta.

Los factores mentales que piensan y evalúan correctamente todos los aspectos de la respiración son el Habla Correcta.

El conocer varias formas de mejorar la respiración; por ejemplo, el respirar en inhalaciones y exhalaciones largas, o cortas, o inhalaciones largas y exhalaciones cortas o vice versa hasta descubrir cuál de estas formas es la más cómoda para ti: esto es la Acción Correcta.

El saber cómo usar la respiración para purificar la sangre, cómo dejar que esta sangre ya purificada nutra los músculos del corazón, cómo ajustar la respiración para que alivie el cuerpo y tranquilice la mente, cómo respirar para que te sientas pleno y refrescado en cuerpo y mente: esto es la Manera Correcta de Ganarse la Vida.

El tratar de ajustar la respiración hasta que se calmen el cuerpo y la mente, y seguir intentándolo mientras no estés totalmente tranquilo, esto es el Esfuerzo Correcto.

El mantener siempre presente la respiración que entra y sale y vigilarla sin faltar, el conocer los varios aspectos de la respiración —el flujo respiratorio ascendente, el flujo respiratorio descendente, la respiración en el estómago, la respiración en los intestinos, la respiración que fluye por los músculos y sale por cada poro— ser consciente de estas cosas en cada respiración que entra y sale: esto es la Sati Correcta.

Una mente resuelta solamente en asuntos relacionados con la respiración, sin importar ningún otro objeto que interfiera hasta que la respiración sea refinada, dando lugar a que la absorción fija, y luego, la visión-clara liberadora aparezcan allí mismo: esto es la Concentración Correcta.

Pensar en la respiración se llama vitakka, pensamiento dirigido. Ajustar la respiración y dejar que se propague se llama vicāra, evaluación. Cuando todos los aspectos de la respiración fluyan libremente a través del cuerpo, te sentirás satisfecho y refrescado de cuerpo y mente: esto es pīti, plenitud. Cuando el cuerpo y la mente están ambos en descanso, te sientes sereno y tranquilo: esto es sukha, placer. Y una vez que sientes placer, la mente tiende a quedarse cómodamente en un solo objeto mental y no ir vagando tras ningún otro: esto es ekaggatārammaṇa, singularidad del objeto o tema. Estos cinco factores forman el estado inicial de la Concentración Correcta.

Cuando todas estas partes del Noble Camino —la virtud, la concentración, y el discernimiento— se unen completamente maduras en el corazón, obtienes conocimiento profundo de todos los aspectos de la respiración, sabiendo que “Respirar de este modo hace que estados mentales hábiles aparezcan. Respirar de este otro modo hace que estados mentales poco hábiles aparezcan”. Ya no estás atrapado en los factores —la respiración en todos sus aspectos— que fabrican el cuerpo, los factores que fabrican el habla, los factores que fabrican la mente, sea para bien o para mal. Déjalos correr de acuerdo con su naturaleza inherente: esto es la cesación del sufrimiento.

Otra manera incluso más corta de expresar las cuatro Verdades Nobles es ésta: la respiración que entra y sale es la verdad del sufrimiento. No ser consciente de su entrada, no ser consciente de su salida: esto es la causa del sufrimiento —la conciencia oscura y auto-engañada. El ver todos los aspectos de la respiración tan claramente que puedes soltarlos sin ninguna sensación de apego, es la cesación del sufrimiento. Estar constantemente atento y alerta a todos los aspectos de la respiración, es el camino a la cesación del sufrimiento.

Cuando puedas hacer esto, podrás decir que estás siguiendo correctamente el camino de la meditación en la respiración. Tendrás habilidades cognitivas, capaces de conocer las Cuatro Verdades claramente. Podrás liberarte. La liberación es una mente que no se apega a causas inferiores y efectos inferiores —es decir, del sufrimiento y su causa; o a causas y efectos superiores— la cesación del sufrimiento y el camino hacia su cesación. Es una mente que no se apega a las cosas que le causan que conozca; es una mente desapegada del conocimiento, despegada del conocer. Cuando seas capaz de separar estas cosas, habrás dominado la destreza de la liberación —en otras palabras, cuando sepas lo que forma el comienzo, lo que forma el final y lo que está en medio, dejando que las cosas sean como son, por sí mismas, de acuerdo con esta frase:

sabbe dhammā anattā

Todos los fenómenos son no-yo.

Estar apegado a las cosas que nos llevan a conocer —los elementos, los khandhas, los sentidos y sus objetos— se llama adherirse a la sensualidad (kāmūpādāna). Estar apegado al conocimiento se llama adherirse a visiones (diṭṭhūpādāna). Ser ignorante del saber en sí mismo (buddha) se llama adherirse a preceptos y procedimientos (sīlabbatūpādāna). Y cuando nos apegamos de esta manera, estamos encaminados a que nos engañen los factores que fabrican el cuerpo, el habla y la mente, todo lo cual surge de la ignorancia.

El Buddha era un maestro completo de la causa y el efecto, sin estar apegado ni a causas y efectos inferiores, ni a causas y efectos superiores. Él estaba por encima de la causa y más allá del efecto. El sufrimiento y la tranquilidad, tenía ambos a su disposición, pero no se apegaba a ninguno de ellos. Él lo sabía absolutamente todo del bien y del mal, era totalmente capaz de utilizar el yo tanto como el no-yo, pero no se apegaba a ninguna de estas cosas. Tenía a su disposición los objetos que pueden actuar como bases para las causas del sufrimiento, pero no se apegaba a ellos. El Camino —el discernimiento— también estaba a su disposición: sabía cómo parecer tanto ignorante como astuto, y cómo usar la ignorancia tanto como la astucia en su trabajo de propagar la religión. En lo referente a la cesación del sufrimiento, era algo que tenía a su disposición, pero no se enganchaba a ello, no se apegaba a ello, por lo cual podemos verdaderamente decir que su maestría era completa.

Antes de que el Buddha pudiera desprenderse de estas cosas de esta manera, primero tuvo que esforzarse por desarrollarlas hasta su medida más absoluta. Sólo entonces pudo dejarlas a un lado. Él abandonó desde un estado de abundancia, a diferencia de la gente ordinaria que “abandona” desde un estado de pobreza. Aunque dejó todas estas cosas, éstas seguían a su disposición. Nunca descartó la virtud, la concentración, y el discernimiento que había trabajado para perfeccionar hasta el día de su Despertar. Siguió usando todos los aspectos de la virtud, la concentración, y el discernimiento hasta el día en que entró en el Nibbāna Total (Parinibbāna). Incluso en el momento en que estaba a punto de “nibbānar”, estaba practicando con dominio total de la concentración —en otras palabras, Nibbāna Total ocurrió cuando se encontraba entre los jhānas de la forma y los de lo informe.

Así que no debemos descartar la virtud, la concentración, y el discernimiento. Algunos no quieren observar los preceptos porque temen quedarse apegados a ellos. Algunos no practican la concentración porque temen volverse ignorantes o perder la razón. La verdad es que normalmente ya somos ignorantes y ya estamos locos, y que la práctica de la concentración mental es lo que pondrá fin a nuestra ignorancia y locura. Una vez que nos hayamos entrenado bien, lograremos que el discernimiento puro surja como un diamante pulido, que por su propia naturaleza refleja la luz. Esto es lo que cuenta como verdadero discernimiento. Aparece sólo para nosotros individualmente y se llama paccattaṁ: podemos hacer que éste surja y conocerlo sólo por nosotros mismos.

La mayoría de nosotros, sin embargo, tiende a malentender la naturaleza del discernimiento. Tomamos una imitación del discernimiento, adulterado con conceptos, y lo usamos para asfixiar al verdadero, como un hombre que pinta un pedazo de vidrio con mercurio para poder ver su reflejo y el de otros, pensando que ha encontrado una forma ingeniosa de observar la verdad. En realidad, no es más que un mono mirándose al espejo: un mono se convierte en dos y seguirá jugando con su reflejo hasta que el mercurio se desgaste, y al llegar este momento se sentirá abatido sin saber de dónde provenía el reflejo en primer lugar. Es lo mismo cuando llegamos sin querer a una imitación del discernimiento, pensando y conjeturando en referencia a conceptos y objetos mentales: lo lamentaremos cuando nos encontremos cara a cara con la muerte.

El factor crucial en el discernimiento natural proviene solamente de entrenar la mente para que sea como un diamante que emita su propia luz —rodeado de resplandor en lugares tanto oscuros como iluminados. Un espejo es útil solamente en lugares que ya tienen buena luz. Si lo mueves a un lugar oscuro ya no lo puedes usar para ver tu propio reflejo. Pero una joya pulida con resplandor propio será brillante donde quiera que esté. Esto es lo que el Buddha quería decir cuando enseñaba que no hay lugares cerrados o secretos en el mundo en los que el discernimiento no pueda penetrar. Esta joya del discernimiento es lo que nos permitirá destruir el deseo, el apego, y la conciencia oscura, y obtener la más alta excelencia: Nibbāna —libre del dolor, la muerte, la aniquilación, y la extinción— que existe naturalmente a través la realidad del elemento de la inmortalidad (amata-dhamma).

En términos generales, tendemos a interesarnos solamente por el discernimiento y la liberación. Queremos comenzar directamente por las enseñanzas acerca del sufrimiento, la inconstancia, y el no-yo —y cuando éste sea el caso, nunca llegaremos a ningún lado. Antes de que el Buddha enseñara que las cosas eran inconstantes, había trabajado en conocerlas hasta que éstas le revelaron su constancia. Antes de enseñar que las cosas eran tensoras, había convertido esa tensión en placer y calma. Y antes de enseñar que las cosas eran no-yo, había convertido lo no-yo en yo, y por ello fue capaz de ver lo constante y verdadero escondido en lo inconstante, tensor y no-yo. Entonces juntó todas estas cualidades en una. Juntó todo lo que es inconstante, tensor y no-yo en una misma cosa: las fabricaciones (saṅkhāra) vistas en términos del mundo —pertenecientes a una sola clase igual en todas partes del mundo. En cuanto a lo constante, placentero y yo, ésta era otra clase: eran fabricaciones vistas en términos del Dhamma. Y entonces se liberó de ambas clases, sin dejarse aprisionar por “constante” o “inconstante”, “sufrimiento” o “calma”, “yo” o “no-yo”. Por eso podemos decir que obtuvo la liberación, la pureza y Nibbāna, pues no tenía necesidad de aferrarse a las fabricaciones —ya fueran del mundo o del Dhamma— de ninguna forma.

Ésta era la naturaleza de la práctica del Buddha. Pero en lo referente a la nuestra, la mayoría actuamos como si lo supiéramos todo de antemano y hubiéramos triunfado ya antes de haber comenzado. En otras palabras, queremos simplemente desprendernos y obtener la paz y la liberación. Pero si no hemos construido toda la infraestructura, nuestro intento de soltar será necesariamente incompleto: nuestra paz será a pedacitos, nuestra liberación será errónea. Aquéllos de nosotros que sinceramente queremos nada menos que el bien supremo debemos preguntarnos: ¿Hemos asentado los cimientos adecuadamente? Si no asentamos los cimientos adecuadamente para desapegarnos y desprendernos, ¿Cómo podremos llegar a ser libres?

El Buddha enseñó que la virtud puede superar las impurezas comunes, las faltas toscas en nuestras palabras y hechos; que la concentración puede vencer las impurezas intermedias como el deseo sensual, la mala voluntad, la pereza y el embotamiento, la agitación y la incertidumbre; y que el discernimiento puede vencer impurezas sutiles tales como el deseo, el apego, y la conciencia oscura. Algunas personas cuyo discernimiento es agudo, pueden explicar sutilezas de la doctrina claramente, pero parecen incapaces de deshacerse de las impurezas más comunes que incluso la virtud puede vencer. Esto demuestra que algo falta en su virtud, concentración y discernimiento. Sus virtudes probablemente sólo lo son superficialmente, su concentración está manchada y teñida, su discernimiento no es más que esmalte brillante —como el vidrio pintado con mercurio— y ésta es la razón por la que no pueden alcanzar la meta. Sus actos se describen en los viejos refranes: mantener la espada fuera de la vaina —son hábiles con palabras y teorías pero su mente carece de centro; poner el huevo fuera del nido —buscan lo bueno solamente fuera, sin entrenar la mente en estar centrada; asentar los cimientos en la arena —tratan de encontrar seguridad en cosas que no tienen sustancia. Todo esto no les traerá más que decepción. A estas personas todavía les falta encontrar un refugio que valga la pena.

Por ello debemos construir la infraestructura y poner en orden las causas para que funcionen bien, puesto que todos los logros que esperamos serán consecuencias de las causas.

attanā codayattānaṁ paṭimaṅse tamattanā

Despierta, entrena tu propio corazón.

Comienza a examinar tu propia respiración que entra y sale.