Una pequeña revolución del Tíbet: Un mandala de arena

Los budistas tibetanos tienen un modo muy hermoso de plasmar y recordar una verdad incuestionable, que somos apenas un punto en el cosmos: hacen maravillosos y complicados mandalas de arena de colores. Con mucha paciencia y pequeños tubos, soplan y crean con la arena animales, flores y formas simbólicas y espirituales. Tardan días, a veces incluso semanas.

¿Y QUÉ HACEN CUANDO HAN TERMINADO ESE MARAVILLOSO TRABAJO?

Lo vuelcan todo en una urna. La mitad de la urna se reparte entre las personas presentes, para que compartan su simbolismo. La otra mitad regresa al río, de donde salió la arena, para poder llegar al resto del mundo.

«Celebrar lo transitorio es extrañamente reconfortante. Pasa una tarde haciendo dibujos con tiza en tu patio y luego mira cómo se los lleva el viento o la lluvia. Túmbate en la hierba con amigos e invéntate criaturas fantásticas dibujadas en las nubes, observando cómo se transforman de patos en dragones. Haz un castillo de arena. Acepta el hecho ineludible de que nada dura para siempre y disfruta de la paz que nos da hacer nuestra esta verdad inevitable.»