Reparto injusto

Dos hombres habían sido contratados para construir una pequeña cabaña de madera, pero mientras uno de ellos trabajaba de sol a sol, el otro se sentaba en una silla y se dedicaba a observarle y a darle ánimos:

—¡Vamos, vamos! ¡Ya queda menos! ¡Vamos!

Así pasaban los días y lo que debería haber costado un mes finalmente costó el doble. Aún así, quien les encargó el trabajo les pagó lo establecido: cuatro monedas de oro.

En cuanto el hombre trabajador recogió el dinero, el otro fue a pedirle su parte.

—¿Cómo que tu parte? Si no me has ayudado en nada.

—Claro que sí —le contestó— te he estado animando y gracias a mí has conseguido acabar la cabaña.

Pero el hombre trabajador se negó a darle nada, por lo que el otro lo llevó ante el juez.

Una vez allí, ambos expusieron sus motivos.

—Señoría, yo he estado trabajando muy duro durante dos meses y este otro hombre lo único que ha hecho es darme ánimos a base de gritos.

—¿Es eso cierto? —preguntó el juez.

—Bueno, sí, pero si no llega a ser por mis ánimos seguramente no hubiera acabado nunca la casa. Él se habría cansado antes y ahora mismo no tendría las cuatro monedas de oro. Yo no paraba de decirle «¡Vamos, vamos, vamos!».

En cuanto el juez acabó de escuchar las dos versiones se fue para pensar en una solución justa.

Media hora después, regresó.

—A ver dígame, ¿cuántas monedas le pagaron por construir la cabaña? —le preguntó el juez al hombre trabajador.

—Cuatro monedas de oro.

—Muy bien, pues deme dos de ellas.

—Pero… no entiendo, ya le he dicho que no es justo que se quede él con la mitad —protestó.

—Deme las monedas, por favor.

En ese momento el juez se dirigió hacia el otro hombre, le mostró las dos monedas de oro y las lanzó al suelo.

—¿Ha oído usted ese sonido que han hecho las dos monedas al caer? —preguntó.

—Sí, claro, señoría.

—Muy bien, pues entonces con ese «clink», acabamos de pagar la deuda de su «vamos».