El problema

Un monje había cuidado un monasterio durante muchos años, era el hombre de confianza del maestro pero ya era viejo y había decidido retirarse.

El maestro reunió a todos sus alumnos para comentarles la noticia y para anunciarles que debía elegir a un nuevo guardián.

Todos sabían que era una decisión muy importante, pues el elegido asumía una gran responsabilidad al tener bajo su custodia las llaves de todas las estancias. Además, debía ser una persona muy resolutiva, pues ante cualquier problema debía actuar de forma rápida y correcta.

A la mañana siguiente, el maestro reunió a todos los monjes con la intención de plantearles un problema. El primero que lo resolviera sería el elegido.

El maestro apareció ante todos los discípulos portando en sus manos uno de los floreros más bonitos que había en el templo. Era de porcelana china con incrustaciones de oro. Lo dejó sobre una mesa y en su interior colocó un precioso ramo de rosas.

—Este es el problema —dijo.

Todos se quedaron en silencio.

Los monjes comentaban entre ellos y observaban el precioso florero: su diseño, el oro que relucía, el bonito color de las flores… pero no entendían qué significaba aquello.

Tras varios minutos en los que nadie hacía nada, un monje se levantó y se dirigió hasta la mesa en la que estaba el florero, lo cogió entre sus manos y lo lanzó contra el suelo rompiéndolo en mil pedazos.

Todos se quedaron en silencio, nadie se atrevía ni siquiera a moverse.

El maestro se levantó hacia el alumno y dijo en voz alta:

—Tú serás el nuevo guardián del templo. Yo fui muy claro, os dije que estabais delante de un problema y nadie hizo nada, excepto observarlo, darle vueltas. Los problemas tienen ese efecto sobre nosotros, nos gusta contemplarlos, darles vueltas, comentarlos, analizarlos… pero eso no los soluciona.

El problema puede ser un bonito florero, o un bello amor que ya no tiene sentido, muchas veces el problema es un camino cómodo y aplacible que tenemos que abandonar aunque eso nos suponga incomodidades. Lo que no se puede hacer es… no hacer nada.