En cambio, cuando no pedimos perdón, nos incomoda tanto la culpabilidad que la proyectamos en los demás. Ante una situación que nos molesta o ante un conflicto con otra persona podemos conseguir el verdadero perdón preguntándonos “¿Qué parte de responsabilidad tengo yo en este conflicto que estoy viviendo?”. Dejar de vivir en el intercambio de culpas es el primer paso para alcanzar la inversión de pensamiento. La creencia inconsciente de que somos culpables está tan introyectada en nuestra mente que cada vez que nos perdonamos y podemos liberarnos de ella nos hacemos un regalo a nosotros y a los que nos rodean. Es importante recordar que cada situación que vivimos, nos guste o nos disguste, es la más adecuada para cada uno de nosotros.