Existió un tiempo en esta tierra en el que los tiempos no tenían nombre, hasta tal punto que el presente podía hablar por el futuro, el pasado se ponía a hablar por el presente y el futuro se hacía pasar a veces por el pasado del presente… tanto que los seres humanos no se preocupaban en nada del pasado y del futuro, porque solamente sabían vivir en el presente. Entonces a uno se le ocurrió la idea de ordenar los tiempos. Y todo el mundo se puso de acuerdo para decir que lo que ya se ha vivido pertenecía al pasado, lo que se está viviendo pertenece al presente y lo que todavía no existe pertenece al futuro.

Una vez reordenados los tiempos, muchas cosas empezaron a reordenarse de manera natural. Pero aparecieron 2 nuevas enfermedades, algunos vivían solamente en el pasado y otros solamente vivían para el futuro, tanto que quedaba poca gente para ocuparse de la verdadera vida, la que transcurre en el presente. Entonces convocaron al sabio para sanar esta epidemia… Tras haber observado y estudiado a numerosos enfermos, el sabio descubrió con alegría que esa enfermedad era el signo de que cada habitante del reino estaba aprendiendo a viajar en el tiempo, pero, como todas las cosas que uno empieza a aprender, pues a veces uno se tropieza, comete errores y se queda atascado. Y efectivamente los aprendices de viajeros del tiempo a veces se quedaban atascados en el pasado, a veces en el futuro, pero ¿qué les ocurre a los que están en el presente? Pues que continúan viviendo fuera del tiempo, lo cual planteaba ciertos problemas para organizar la vida del reino. Entonces el sabio llamó al profeta, que sabía perfectamente viajar en el tiempo. Y empezó a organizar clases para enseñar a todos los seres a ser viajeros del tiempo y no prisioneros del tiempo. La primera enseñanza del profeta a los viajeros del tiempo fue la siguiente:

Yo soy realista, me espero un milagro.

Y el profeta empieza a explicar que el futuro responde a nuestras emociones. Y que el pasado no son más que emociones congeladas en nuestra mente, y entonces dio la primera práctica:

Le pregunta a cada uno: «¿qué es lo que quieres realmente?, ¿qué es lo que es verdaderamente importante para ti?» Y esto a todos los niveles, del más material al más espiritual… Cada uno se dio tiempo para responder en su interior a esta pregunta. El profeta recordó a cada participante que cada persona es un universo en sí mismo y que compruebe que lo que realmente quiere está en concordancia con las leyes de su reino. Una vez realizado esto, pidió a cada participante que sienta lo que realmente quiere hasta que sus deseos se conviertan en una o varias emociones, y luego que alinee sus pensamientos con esas emociones y profetice. O sea, que diga en voz alta lo que elige crear. Así la alineación del pensamiento, de la emoción y de la palabra, empieza a activar los futuros posibles en relación a esa frecuencia. Y que cierre el proceso de creación mediante esta frase de poder: SOY REALISTA, ME ESPERO UN MILAGRO.

Después le pidió a cada uno que volviera a su casa y practicase todos los días. ENTONCES CADA HABITANTE EMPEZÓ A PRACTICAR PARA APRENDER A VIAJAR EN EL TIEMPO Y CONVERTIRSE EN VIAJEROS DEL TIEMPO EN LUGAR DE SER PRISIONEROS DEL TIEMPO. RÁPIDAMENTE EL REINO VIO APARECER MILAGRO TRAS MILAGRO, DE TAL MODO QUE ENSEGUIDA LA PALABRA MILAGRO PERDIÓ SU SENTIDO Y TODO EL MUNDO SE PUSO DE ACUERDO EN CAMBIARLA POR: CREACIÓN

Entonces poco a poco cada uno descubrió su poder creador, pero para que eso pueda instalarse profundamente para cada uno de los habitantes del reino, hizo falta esta palabra del sabio: TÚ TAMBIÉN TIENES DERECHO A TODO ESO… Y A MUCHO MÁS AÚN. Entonces rápidamente la abundancia y la prosperidad empezaron a multiplicarse en el reino y cada uno descubrió cómo el todo es más grande que la suma de las partes… pero eso es otra historia...