Sogyal Rimpoché es un profesor famoso y el autor de El libro tibetano de la vida y de la muerte.Se ha ganado internacionalmente el apodo de «el Rimpoché risueño» porque su personalidad irradia sentido del humor.

Lo conocí en 1984 en su casa de París. Jamás había esta­do con él, pero había leído muchísimo acerca de los maes­tros tibetanos y tenía muchos deseos de comprobar si todo lo que había leído era válido, por ejemplo, que muchos ma­estros tibetanos han trascendido las leyes normales del tiem­po y el espacio, y que algunos son capaces de levitar y de co­rrer a velocidades de hasta más de sesenta kilómetros por hora. También había leído que siempre que a un maestro tibetano se le pregunta sobre su «poder», él invariablemente «desvía» el interés por su persona hablando de algún otro maestro evolucionado.

Cuando iba de camino hacia la residencia de Sogyal, me pregunté qué comeríamos. Como no tenía ni la menor idea sobre las costumbres sociales tibetanas, me planteaba todo tipo de cosas ridículas, por ejemplo, si tendría que meditar durante horas antes de comer. Resultó que Sogyal encargó comida china, y nos la comimos directamente de los enva­ses, sentados en el suelo de su oficina.

Cuando me pareció que el ambiente era apropiado para hablar de cosas más serias, le pregunté:

— ¿Es verdad que puede levitar?

Él se echó a reír, histéricamente podría añadir, y después contestó:

—Ah, no, yo no, pero mi maestro sí podía.

— ¿Es verdad que gracias a sus prácticas meditativas es capaz de correr a velocidades no normales?

Esta pregunta le provocó otro ataque de risa y volvió a contestar:

—Ah, no, yo no, pero mi maestro sí.

Sus respuestas me confirmaron lo que había leído: que al ser entrevistado, un maestro tibetano desvía la atención que suscita su poder hacia el de otra persona. Entonces se me ocurrió que a lo mejor él me leía la mente y sabía exactamente lo que había leído y de dónde provenían mis preguntas. Fi­nalmente le dije:

—No tengo más preguntas. ¿Hay algo que quiera decir­me?

—Me gustaría contarle cómo murió mi maestro. Con­vocó a sus astrólogos y les dijo que le hicieran la carta astral, determinando el momento idóneo para que él retirara su espíritu de las energías de la tierra. Su espíritu era podero­sísimo y quería marcharse sin causar ningún tipo de con­secuencias energéticas. Es posible que usted no sepa estas cosas, pero cuando un espíritu cualquiera se va de la tierra influye en todo el campo energético. Y cuando se va un es­píritu muy poderoso, la influencia sobre la tierra es aún más fuerte.

«Así pues, sus astrólogos determinaron el día y la hora idóneos para su muerte física. Entonces él les dijo a sus alum­nos que ese día y a esa hora se marcharía. Y eso fue exactamente lo que hizo. Ese día meditó con sus alumnos, los ben­dijo, y después cerró los ojos y liberó a su espíritu de su cuerpo.

Le pregunté si su maestro había elegido morir porque es­taba enfermo.

La pregunta le produjo nuevamente un ataque de risa ca­si incontrolable.

— ¿Enfermo? ¿Y qué tiene que ver la enfermedad con eso? Al igual que nacemos en el momento idóneo para que nuestra energía entre en la tierra, también hay un momento idóneo para dejar la tierra. Mi maestro no estaba enfermo. Estaba completo. No tenemos por qué morir con dolor y en­fermedad. La mente consciente es capaz de liberar el espíri­tu del cuerpo sin tener que soportar el dolor del deterioro fí­sico. Esta elección la podemos hacer todos.

Sogyal definió el estado de dominio espiritual como la consecución de un grado de conciencia que «no conoce con­flictos con lo Divino», de modo que las elecciones de la persona son las mismas que las elecciones divinas. Su maestro, dijo, vivió en un estado de conciencia en el que ya no existía el dilema de la elección, es decir de creer que una elección es mejor que otra. Todas las elecciones eran las correctas, según explicó Sogyal, en el estado de perfección que había alcan­zado su maestro. Dijo que su maestro fue un ejemplo de mente iluminada, en su vida y en su muerte.