Se han escrito muchos libros sobre la naturaleza del viaje espiritual personal, pero uno de los primeros continúa siendo el más conocido: La, noche oscura del alma, escrito en el siglo XVI por san Juan de la Cruz. En esta obra clásica, el autor habla de las fases de separación de la mente tribal o de grupo (las palabras son mías) que son necesarias para formar un vínculo total y consciente con lo Divino. En cada fase se presentan experiencias de exquisita trascendencia mística, así como sentimientos de depresión, locura y extraordinaria soledad desconocidos para la experiencia humana normal.

Dentro de la tradición católica, la obra de san Juan de la Cruz dio permiso a las personas, hasta cierto punto, para separarse de las experiencias religiosas de grupo y buscar el desarrollo espiritual personal. La vida monástica se había convertido en el modo de trascender los parámetros religiosos corrientes de entender a Dios para encontrarse directamente con lo Divino. En los siglos siguientes, cuando los europeos conocieron otras culturas, quedó claro que en todas las culturas la oración intensa y la exploración y disciplina personales conducían a experiencias místicas.

En calidad de dirigentes religiosos oficiales, los monasterios y ashrams "contienen" el poder de lo Divino dentro de muros bien guardados. Las personas que decían tener visiones, oír voces, mantener comunicaciones telepáticas insólitamente intensas y realizar curaciones mediante la oración y el contacto, al mismo tiempo ayunaban hasta llegar a estados de casi inanición, meditaban durante semanas seguidas y caían en depresiones que habrían llevado al borde del suicidio a los mortales normales. Los observadores, incluso los de dentro del monasterio, mantenían las distancias con algunos de esos místicos por temor a que "el ojo de lo Divino" se fijara en ellos. Era bien sabido que muy pocas personas eran capaces de soportar el "contacto directo" con el cielo.

En los años sesenta, el Concilio Vaticano II marcó un cambio decisivo en el mundo religioso occidental. Esa reunión de la jerarquía católica romana acabó con muchas tradiciones centenarias e inició una nueva libertad espiritual para todas las personas, independientemente de sus antecedentes religiosos. La sola palabra "católico" lleva implícita la idea de universalidad de pensamiento, símbolo particularmente potente sí consideramos que la religión católica romana fue la primitiva iglesia cristiana. Ahora bien, por medio del Concilio Vaticano II esta estructura de poder transmitía un mensaje de liberalismo espiritual universal.

Personas de todo el mundo comenzaron a poner en tela de juicio los límites de sus tradiciones religiosas y a explorar las enseñanzas espirituales de las otras. Las mujeres desearon ordenarse; los cristianos acudieron en tropel a los monasterios budistas y los ashrams hindúes; los budistas y los hindúes buscaron las enseñanzas cristianas; los líderes religiosos de tradiciones orientales y occidentales celebraron reuniones oficiales. Las barreras entre Oriente y Occidente fueron derribadas, no sólo por personas legas rebeldes, sino también por eruditos, como el monje trapense Thomas Merton, que en su obra clásica The East-West Journal expresó la necesidad de una exploración mutua de las verdades del budismo y el cristianismo.

Para las personas de orientación espiritual, esta nueva libertad significó un cambio decisivo en el concepto de la capacidad de "conocer a Dios", que tuvo consecuencias revolucionarias no igualadas desde la rebelión de Martin Lutero. A medida que los "no ordenados" adquirían las habilidades necesarias para interpretar el sentido más profundo de las escrituras, la educación de la gente debilitó el papel de los líderes religiosos ordenados u oficiales. Se desmoronaron simbólicamente los muros de los monasterios, que durante tanto tiempo habían contenido la forma más intensa de "luz divina". En efecto, en los años cincuenta los chinos invadieron el Tíbet, obligando al Dalai Lama a huir de su casa monástica. Si bien este exilio del dirigente espiritual del país ha sido el capítulo más doloroso de la historia tibetana, las enseñanzas del Dalai Lama y de otros maestros dotados han entrado e influido en las comunidades espirituales del mundo. La luz divina fue liberada para entrar en la vida de incontables "místicos sin monasterio", personas laicas que se adhieren a enseñanzas extraordinarias espirituales en la intimidad de su vida.

El paso de religión a espiritualidad no es simplemente una moda cultural. Es una reorganización arquetípica de nuestra comunidad planetaria, que ahora puede entrar en las verdades universales accesibles mediante la visión simbólica. En la visión simbólica interviene un sexto sentido, la intuición, que percibe las conexiones entre todos los sistemas energéticos vivientes.

En uno de mis seminarios, una mujer habló de su conexión con la naturaleza. "Todos los días, cuando me preparo para trabajar en mi jardín, rezo una oración para invocar la ayuda de los espíritus guardianes de la naturaleza, e inmediatamente noto que esos seres energéticos están a mi lado. Si hace unos años alguien me hubiera dicho que yo iba a decir estas cosas, lo Habría considerado un loco. Pero hace ocho años, después de presenciar un desastre medioambiental, me sentí abrumada por la aflicción, una aflicción que hasta ese momento no había sentido nunca en mi vida. No lograba liberarme de ella, hasta que una tarde, paseando por el bosque, oí una voz que me pareció que venía de abajo, a la altura de mis rodillas. "Auxilio, ayúdanos", dijo la voz. Me eché a llorar porque en el fondo del corazón entendí que era el reino de la naturaleza el que me hablaba. Esa noche llamé a mi jefe y le presenté mi dimisión como jefa de sección. Ni siquiera pensé cómo iba a mantenerme. Simplemente, tenía que hacer lo que me pedía esa voz. Después recé una oración pidiendo que se me revelara un camino para ayudar a la naturaleza. A las dos semanas, una persona a la que sólo conocía superficialmente me preguntó si me interesaría comenzar una empresa de cultivo y venta de hierbas. Ése fue el comienzo de mi vida por lo que a mí respecta."

Esa percepción intuitiva de conexión nos está llevando, como planeta, hacia una comprensión holística de la salud y la enfermedad, del medio ambiente y su biodiversidad, y de las prioridades sociales de servicio y caridad. Este movimiento dirigido a trabajar como "un mundo" es una extensión de la liberación de la luz divina para que entre en el mundo. Se diría que la humanidad está "bajo órdenes" para madurar espiritualmente hasta alcanzar un grado de visión y servicio holísticos, y que se nos han abierto numerosísimos caminos de servicio para cumplir esas órdenes.

Jim, de cuarenta y cuatro años, presidente de la Fundación Gorbachov, presidente de la Asociación Internacional de Política Extranjera y presidente y gerente de la Corporación Diomedes, es un místico que trabaja en el ámbito político mundial para unir a personas y países y hacer del mundo un lugar mejor. Jim es también teólogo, y obtuvo el doctorado en teología en la Universidad de Cambridge. Entre sus logros figura haber inspirado a Mijaíl Gorbachov a poner en marcha la Fundación Gorbachov, crear un puente espacial para los astronautas estadounidenses y los cosmonautas de la antigua Unión Soviética, y promover el Primer Foro Mundial, encuentro que reunió a numerosos líderes mundiales, como George Bush, Margaret Thatcher y Míjail Gorbachov, con poderosas voces del espíritu, corno Deepak Chopra y Thich Nhat Hanh, para hablar de una nueva visión para nuestra sociedad mundial. Jim es un hombre estimulado por la visión y el poder del espíritu humano.

Nacido en China, hijo de misioneros estadounidenses, explica así su primera experiencia espiritual:

"A los cinco años entré por casualidad en un templo budista de una pequeña aldea de Taiwan, donde por primera vez vi a un monje meditando. Me quedé contemplándolo y vi que una mosca le recorría la cara; lo que me cautivó fue que el monje no movió ni un solo músculo. La mosca se alejó de su cara, voló un momento y volvió a posarse; el monje continuó sin moverse. Me di cuenta de que ese hombre estaba en otra parte. Me senté en el templo y continué observándolo; lo único que se me ocurría pensar era: "¿Dónde estará?"

"El sábado siguiente, cuando mi padre estaba predicando durante el servicio religioso, comprendí que yo no creía en lo que predicaba. De pronto supe que Oriente era un tesoro de verdad, que era una cultura que debía ser respetada, no convertida. Después me enviaron a un internado protestante y a los siete años me castigaron con azotes porque no estaba de acuerdo con lo que enseñaban las misioneras sobre Dios. Durante esa experiencia me volvió a la mente la imagen del monje, recordándome que había un lugar adonde podíamos ir que estaba más allá del espacio y del tiempo. Esa imagen me ayudó a sobrevivir en el internado.

"A los nueve años empecé a discutir sobre temas teológicos. Recuerdo que salí en defensa de una chica católica llamada Jackie, que también era alumna del internado. Los otros alumnos le dijeron que iría al infierno porque era católica, y yo dije que nadie que cree en Dios va al infierno. Dije que no importaba que fuera católica. A causa de eso me castigaron aislándome durante dos semanas. Poco después, una de las madres del colegio reunió a los otros niños en una sala para darles caramelos. Desde la sala contigua oí que les decía que podían coger más caramelos si se comprometían a no jugar conmigo hasta que yo aceptara a Cristo. Nuevamente me vino a la mente la imagen del monje, recordándome que hay un lugar más allá de las circunstancias adonde se puede ir para sobrevivir al mundo exterior.

"Una vez que empecé a ir a ese lugar, comencé a aprenderlas virtudes: que cuando uno se enfrenta a la estrechez de miras, su tarea consiste en formar parte de la Luz, proteger a los demás, resistirse a aquellos cuyas ideas son negativas. De esa comprensión nació el concepto de justicia social que es ahora mi vida. Creo que somos canales por medio de los cuales el Espíritu realiza tareas para impulsar el desarrollo humano. Eso es lo único que he hecho con mí vida. Creo que mi vida y mi trabajo espirituales comenzaron porque me negué a olvidar la autenticidad de la experiencia con ese monje. De alguna manera, el día que lo vi debí de ir con él a ese lugar interior. Desde entonces nunca he vuelto a la conciencia ordinaria. Creo que a veces necesitamos meditar, a veces necesitamos orar y a veces necesitamos enfrentarnos a nuestros problemas en la calle, por así decirlo. Otras veces tenemos que adorar la creación y la multiplicidad de la Divinidad. Ésa es la tarea del espíritu humano."

Jim vive corno un místico contemporáneo. Cuando reunió a los líderes mundiales en el Primer Foro Mundial, para "considerar atentamente la siguiente fase del desarrollo humano", fue un modelo de todo el potencial del espíritu humano y de la capacidad de una persona armada de fe para influir en la curación de este planeta.