La energía del segundo chakra es muy voluble, porque desea crear. También está vinculada a asuntos relativos a la supervivencia física, la relación sexual, el poder y el dinero, que son las monedas de las relaciones. Cuando nos lanzamos a hacernos un lugar en el mundo físico, nuestros conflictos interiores entre la fe y el miedo suelen quedar enterrados ba­jo problemas de supervivencia que dominan nuestros pen­samientos: ¿Soy capaz de ganarme la vida? ¿Soy capaz de en­contrar una pareja? ¿Soy capaz de cuidar de mí?

El lado oscuro de los temas del segundo chakra se com­pone de nuestros miedos predominantes: violación, traición, pérdida económica y pobreza, abandono, soledad, impotencia e incapacidad de cuidar de nosotros mismos. Cada uno de estos temores tiene el poder de dominarnos y de gober­nar nuestros actos toda la vida. En el lenguaje de las escrituras, estos miedos equivalen a «falsos dioses».

Para conocer nuestras motivaciones, es decir, descubrir nuestros «falsos dioses» personales, necesitamos las relacio­nes. Para entablar una relación hacemos uso de parte de nues­tra energía o poder personal. Una vez entablada, podríamos preguntarnos, muchas veces inconscientemente: ¿Esta rela­ción me quita poder o yo extraigo poder de ella? ¿Dónde acabo yo y dónde comienza la otra persona? ¿Cuál es mi po­der y cuál es el poder de la otra persona? ¿Me estoy com­prometiendo yo a cambio de seguridad, dinero o posición social? Si bien estas preguntas son sanas en esencia, en la ma­yoría de las relaciones comenzamos a pensar a partir de opuestos psíquicamente divisores e inductores de conflicto: yo o tú, mío o tuyo, bueno o malo, ganador o perdedor, co­rrecto o equivocado, rico o pobre.

En su sentido simbólico, estos conflictos representan la relación que mantienen la mayoría de las personas con Dios: mi poder o el Tuyo; ¿estás realmente conmigo en la Tierra o debo tratar de controlarlo todo yo? Y aun en el caso de que haya un poder divino actuando entre bastidores, ¿cómo sé qué elecciones hacer? Este conflicto primario de fe confor­ma todas y cada una de nuestras relaciones,

Paradójicamente, el desafío de manejar estas energías conflictivas es mantenerlas en la conciencia dela unicidad in­herente del Universo. Comenzamos este viaje explorando el conflicto en las relaciones: las relaciones generan conflicto, el conflicto genera elección, la elección genera movimiento y el movimiento genera conflicto. Rompemos este ciclo ha­ciendo elecciones que trascienden el dualismo y las divisio­nes que percibimos entre nosotros mismos y los demás, y entre nosotros y Dios. Mientras uno se concentre en tratar de dominar a otro, olvidando que ese otro es un espejo que refleja sus propias cualidades, mantendrá vivo el conflicto en su interior. Sin embargo, considerarnos mutuamente unidos en uniones simbólicas nos sirve para dar cabida a las dife­rencias. Éste es el sentido simbólico del sacramento de la co­munión.