La iglesia cristiana primitiva identificó siete sacramen­tos, o ritos reconocidos oficialmente, que serían realizados por sus dirigentes ordenados.

Estos siete sacramentos eran, y siguen siendo, ceremo­nias sagradas que imprimen (para emplear el lenguaje cris­tiano) caracteres concretos de «gracia o energía divina». Ca­da carácter de gracia corresponde a un único sacramento. Si bien actualmente los siete sacramentos se asocian principalmente con la iglesia católica romana, otras tradiciones cris­tianas han conservado muchos de ellos, por ejemplo, el bau­tismo, el matrimonio y la ordenación sacerdotal.

En su sentido simbólico, cada sacramento representa también una fase de capacitación que invita a lo Divino a penetrar en el espíritu de la persona. La propia palabra «sacra­mento» significa un rito que pide al poder de lo sagrado que entre en el alma de la persona. El sentido simbólico de los sacramentos trasciende su sentido religioso, y mis alusio­nes a ellos no han de malinterpretarse como una sugerencia a recibir realmente los sacramentos de una institución cris­tiana.

Los sacramentos presentan tareas simbólicas para crecer hasta una madurez espiritual y para obtener la curación, pe­ro también son concretos en su descripción de lo que hemos de hacer en las principales fases de la vida para aceptar la res­ponsabilidad personal que acompaña a la madurez espiritual. Los sacramentos también son los actos que hemos de realizar junto con los ritos que se realizan en nosotros. Repre­sentan los poderes que hemos de conceder a los demás y re­cibir de ellos.

Consideremos el sacramento del bautismo, por ejemplo, por el cual una familia acepta la responsabilidad física y es­piritual de un hijo que ha traído al mundo. Nuestro reto, co­mo adultos espirituales, es aceptar simbólica, totalmente y con gratitud a la familia en que nacimos.

En este sentido simbólico, el bautismo también signifi­ca honrar, respetar a nuestra familia y respetarnos a nosotros mismos, perdonando a nuestros familiares cualquier pena o sufrimiento que nos causaron durante nuestra infancia.

El poder contenido en ese perdón es precisamente el po­der que sana al cuerpo.

Los siete sacramentos

Los siete sacramentos, con sus finalidades simbólicas, son los siguientes:

Bautismo:Recibir o conceder una expresión de la gracia que representa la gratitud por la propia vida en el mundo físico.

Comunión:Recibir o conceder una expresión de la gracia (en forma de «hostia») que representa la unión sagrada con Dios y con las personas presentes en nuestra vida.

Confirmación:Recibir o conceder una expresión de la gra­cia que favorece e intensifica la individualidad y la estima propias.

Matrimonio:Recibir o conceder una bendición que sacraliza la unión con otra persona, y que en última instan­cia acepta además a todas las personas presentes en la pro­pia vida como un matrimonio sagrado.

Confesión:Recibir o conceder la gracia para limpiar el pro­pio espíritu de los actos negativos de la voluntad.

Orden sagrada:Recibir o conceder la gracia para sacralizar el propio camino de servicio.

Extremaunción:Recibir o conceder la gracia para concluir los asuntos inconclusos antes de morir.

Estas siete fases de iniciación personal representan los poderes innatos que hemos de hacer realidad, los poderes que hemos de emplear conscientemente afrontando los re­tos que nos presenta la vida.