Con amor y gratitud infinitos, dedico este li­bro a mis tres ángeles personales, sin cuya ayuda jamás habría sobrevivido a las épocas más oscuras de mi vida: mi madre, que es mi constante fuen­te de fortaleza, mi hermano Edward, mi fuente inagotable de humor y optimismo, y mi cuñada Amy, que se ha convertido en un tesoro familiar.