La curación es sencilla, pero no fácil. Los pasos son pocos, pero exigen un gran esfuerzo.

Primer paso:Comprométase a curarlo todo, llegando hasta la fuente u origen del dolor. Esto significa entrar en el interior y llegar a conocer las heridas.

Segundo paso:Una vez «dentro», identifique y examine las heridas. ¿Se han convertido éstas en una forma de «po­der» en su vida actual? Si ha convertido sus heridas en poder, afronte los motivos por los cuales tal vez podría tener miedo de sanar, porque liberarse de un pasado doloroso es mucho más difícil que hablar de los recuerdos. Cuando identifique sus heridas, procure que alguien «dé fe» de ellas y de la in­fluencia que han tenido en su desarrollo. Necesita al menos una persona, tal vez terapeuta o amiga, que sea capaz de trabajar con usted de esta manera.

Tercer paso:Una vez que haya expresado verbalmente sus heridas, observe cómo las utiliza para influir en las per­sonas de su entorno, y también en sí mismo, o incluso para dominarlas. ¿Alguna vez las ha utilizado como pretexto pa­ra cancelar una cita, por ejemplo, diciendo que no se en­cuentra bien cuando en realidad está perfectamente? ¿Algu­na vez ha intentado dominar a una persona diciéndole que sus actos le recuerdan a sus padres? ¿Se ha dado permiso pa­ra abandonar una tarea, o ni siquiera intentarla, pensando lú­gubremente en su pasado y por lo tanto favoreciendo una depresión? ¿Tiene miedo de perder sus conexiones íntimas con ciertas personas de su vida si sana? ¿Le da miedo tener que dejar atrás algo o mucho de su vida familiar si elige sa­nar? Hay que responder con sinceridad a estas preguntas, porque forman el grupo de motivos más importantes por los cuales las personas tienen miedo de recuperar la salud.

Cuando se observe durante el día, fíjese en el vocabula­rio que elige, su uso de la terminología terapéutica, la flui­dez con que utiliza el lenguaje de la heridología. Después formule nuevas formas de conversar con los demás que no estén sujetas al poder de las heridas.

Cambie su vocabulario, incluso para hablar consigo mis­mo. Si cambiar la forma de hablar le resulta difícil, reconozca que es mucho más difícil soltar el poder que le viene de la herida que hablar del recuerdo de la experiencia dolorosa. Una persona que no puede zafarse del poder de la herida es adicta a las heridas, y cuesta tanto superar esta adicción co­mo cualquier otra. No tenga miedo de buscar ayuda tera­péutica para dar este paso o cualquiera de los otros.

Cuarto paso:Identifique lo bueno que puede venirle, y le ha venido, de sus heridas. Comience a vivir dentro de la conciencia de aprecio o valoración y gratitud; si es necesa­rio, simúlelo hasta que lo logre. Inicie una práctica espiri­tual y aténgase a ella. No se tome a la ligera su disciplina es­piritual.

Quinto paso:Una vez que haya establecido una con­ciencia de valoración, puede dedicarse al desafío del perdón. Por atractivo que parezca el perdón en teoría, es un acto muy poco atractivo para la mayoría de las personas, principal­mente porque la verdadera naturaleza del perdón sigue en­tendiéndose mal. Perdonar no es, como muchos creen, de­cirle a quien nos ha hecho daño: «Todo está bien, no pasa nada.» Perdonar es un acto de conciencia muy complejo, un acto que libera la psique y el alma de la persona de la necesi­dad de vengarse y de la percepción de sí misma como una víctima. Más que exonerar de culpa a quien nos ha causado daño, perdonar significa liberarnos del dominio que ejerce sobre nuestra psique el hecho de considerarnos víctimas. La liberación que genera el perdón llega en la transición hacia un estado más elevado de conciencia, no sólo en teoría, sino energética y biológicamente. De hecho, las consecuencias de un auténtico acto de perdón rayan en lo milagroso. En mi opinión, el perdón podría contener la energía que genera los milagros.

Evalúe lo que necesita hacer para perdonar a otros y, si es necesario, para perdonarse a sí mismo. Si necesita hablar con alguien para cerrar el asunto, asegúrese de que no lleva el mensaje de acusación escondido debajo de la manga. Si lo lleva, no está auténticamente dispuesto a olvidar y pasar a otra cosa. Si necesita exponer sus pensamientos de cierre en una carta, hágalo, pero asegúrese también en este caso de que su intención es recuperar su espíritu atascado en el ayer, no enviar otro mensaje de rabia.

Finalmente, invéntese una ceremonia oficial en la cual llama a su espíritu para que vuelva del pasado y se libera de la influencia negativa de todas sus heridas. Tanto si prefiere un rito como una oración en privado, formule su mensaje de perdón de algún modo «oficial» para establecer un nuevo co­mienzo.

Sexto paso:Piense con amor. Viva con aprecio y gratitud. Invite al cambio a que entre en su vida, aunque sólo sea con su actitud. Y recuérdese continuamente el mensaje de todos los maestros espirituales que valen: Mantenga su espíritu en el momento presente. En el lenguaje de Jesús: «Deja a los muertos y tú sigue con tu vida.» Y como enseñaba Buda: «Sólo existe el ahora.»

Lo curioso respecto a la curación es que según con quien uno hable puede llegar a creer que, o bien no hay nada más fácil, o bien no hay nada más complicado.

El cuarto chakra es el centro del sistema energético hu­mano. Todo lo que ocurre en nuestra vida y a su alrededor se decide al calor de nuestro corazón. Todos tendremos experiencias que nos «partirán el corazón» y lo dejarán abier­to de par en par. Al margen de la forma en que se nos parta el corazón, la elección será siempre la misma: ¿Qué voy a ha­cer con este dolor? ¿Lo voy a utilizar como pretexto para dar más autoridad al miedo, o puedo liberarme de la autoridad del mundo físico mediante un acto de perdón? Esta pregun­ta, contenida en el cuarto chakra, se nos presentará una y otra vez en la vida hasta que la respuesta que demos sea nuestra liberación.

Las energías sutiles de la sefirá de Tiféret y el sacramen­to del matrimonio nos impulsan continuamente a descu­brirnos y amarnos a nosotros mismos. Este amor es la clave esencial para encontrar la felicidad, que según nuestra con­vicción está fuera de nosotros, pero que los textos espiritua­les nos recuerdan que sólo la encontramos dentro. A muchas personas les asusta conocerse porque están convencidas de que el conocimiento propio significa que tendrán que vivir solas, sin sus actuales amistades y parejas. Si bien el efecto a corto plazo del conocimiento propio puede ser causa de cambios, el desarrollo a largo plazo, alimentado por la con­ciencia, no por el temor, será más satisfactorio. No tiene sen­tido querer ser consciente intuitivamente y después trabajar para impedir que esa conciencia nos altere la vida. El único camino hacia la conciencia espiritual pasa por el corazón. La verdad no es negociable, sea cual sea la tradición que se elija como medio para conocer lo Divino. El amor es poder di­vino.