Salimos del cuarto chakra pasando por él y aprendiendo sus lecciones. Cuando la persona entra en el interior de su corazón, deja atrás las formas conocidas de pensar de los tres chakras inferiores, en particular el corazón tribal. Se libera de la protección de explicaciones habituales como «Mi prio­ridad son las necesidades de mi familia» o «No puedo cam­biar de empleo porque mi esposa necesita sentirse segura», y su corazón la recibe en su puerta con una sola pregunta: « ¿Y yo qué?»

Esa pregunta es una invocación que nos presenta infor­mación reprimida durante años, pero bien registrada, y que en un instante puede determinarnos un nuevo camino. Po­dríamos intentar retroceder y entrar de nuevo en la protec­ción de la mente tribal, pero su capacidad de consolarnos ya ha desaparecido.

Comenzamos la formidable tarea de llegar a conocernos descubriendo nuestra naturaleza emocional, no en relación con ninguna otra persona ni cosa, sino en relación con no­sotros mismos. Haya o no haya otra persona que desempe­ñe un papel principal, uno necesita preguntarse: « ¿Qué me gusta? ¿Qué amo? ¿Qué me hace feliz? ¿Qué necesito para estar equilibrado? ¿Cuáles son mis fuerzas? ¿Puedo confiar en mí mismo? ¿Cuáles son mis debilidades? ¿Por qué hago las cosas que hago? ¿Qué me hace necesitar la atención y aprobación de los demás? ¿Soy lo suficientemente fuerte pa­ra intimar con otra persona y, aun así, respetar mis necesi­dades emocionales?»

Estas preguntas son diferentes de las de la mente tribal, que nos enseña a preguntan ¿Qué me gusta en relación con los demás? ¿Hasta qué punto puedo ser fuerte y seguir sien­do atractivo para los demás? ¿Qué necesito de los demás pa­ra ser feliz? ¿Qué tengo que cambiar en mí para conseguir que alguien me ame?

No nos resulta fácil dedicarnos a contestar estas pre­guntas de auto exploración porque sabemos que las respues­tas nos exigirán cambiar de vida. Antes de los años sesenta, este tipo de auto examen era el dominio más o menos exclu­sivo de miembros marginales de la sociedad: místicos, artis­tas, filósofos y otros genios creativos. Conocer al «yo» acti­va la transformación de la conciencia humana y para muchos artistas y místicos la consecuencia de ello ha sido, entre otras cosas, la aparición de episodios de depresión, desesperación, alucinaciones, visiones, intentos de suicidio y trastorno emo­cional incontrolable, además de elevados estados de éxtasis combinados con erotismo físico y trascendental. Común­mente se creía que el precio del despertar espiritual era de­masiado elevado y arriesgado para la mayoría de las perso­nas, y estaba destinado sólo a unos pocos «dotados».

Pero la energía revolucionaria de los años sesenta llevó a millones de personas a preguntarse: « ¿Y yo qué?» Después, el movimiento de la conciencia humana introdujo a nuestra cultura por la puerta arquetípica del cuarto chakra. Desenterró los secretos de nuestro corazón y expresó los detalles de nuestra infancia herida, que aún conforman gran parte de nuestra personalidad adulta.

Comprensiblemente, la cultura del cuarto chakra ha asis­tido a un aumento nacional de divorcios. La apertura del cuarto chakra ha transformado el arquetipo del matrimonio en el arquetipo de la pareja. En consecuencia, la mayoría de los matrimonios contemporáneos exige un fuerte sentido del «yo» para tener éxito, y no la abdicación del «yo» que re­querían los matrimonios tradicionales. El sentido simbólico del sacramento del matrimonio es que la persona primero debe estar unida con su propia personalidad y espíritu. Una vez que tiene una clara comprensión de sí misma, entonces puede crear una buena relación íntima de pareja. El aumen­to de divorcios es, por lo tanto, consecuencia directa del cuarto chakra, que lleva a las personas a descubrirse a sí mis­mas por primera vez. Muchas personas atribuyen el fracaso o la ruptura de sus matrimonios a que su cónyuge no le ofre­cía ningún apoyo a sus necesidades emocionales, psíquicas e intelectuales, y en consecuencia tuvieron que buscar una ver­dadera pareja.

La apertura del cuarto chakra ha cambiado también nuestra conciencia sobre la salud, la curación y las causas de la enfermedad. Mientras que en otros tiempos se creía que la enfermedad tenía esencialmente su origen en los chakras in­feriores, la genética y los gérmenes, ahora vemos el origen de la enfermedad en grados tóxicos de estrés emocional. La cu­ración comienza con la reparación de las lesiones emocio­nales. Todo nuestro modelo médico se está reformando en torno al poder del corazón.

La siguiente historia refleja este cambio. Conocí a Perry, médico, en uno de mis seminarios. Perry tenía muchísimo tra­bajo en su consulta, lo que le generaba el típico grado de estrés profesional y personal. Cuando la comunidad médica se inun­dó de información sobre teorías y prácticas alternativas, leyó cosas sueltas por aquí y por allá, pero continuó recetando los tratamientos usuales a sus pacientes porque no sabía lo sufi­ciente sobre tratamientos alternativos para recomendarlos.

Hace unos cinco años decidió asistir a un seminario sobre terapias alternativas. Quedó muy impresionado no sólo por la validez científica del material presentado, sino también por los estudios de casos de que hablaban sus colegas. Tan pronto volvió a su trabajo, consideró de forma diferente a sus pacientes y comenzó a hacerles preguntas sobre sus proble­mas personales durante los exámenes normales. Leyó libros sobre salud holística y asistió a más charlas y seminarios so­bre el tema que encontraba más interesante, el componente emocional de la enfermedad. Poco a poco fue perdiendo la fe en los tratamientos de la medicina oficial. Deseaba hablar de sus sentimientos con sus colegas, pero éstos no compartían su interés. Llegó un momento en que ya no se sentía cómo­do recetando medicamentos, pero todavía no se sentía lo su­ficientemente seguro como para recomendar simplemente que el paciente buscara otros tratamientos. Al final, le daba tanto miedo llegar a su consulta que consideró seriamente la posibilidad de dejar el ejercicio de la medicina.

Un día, a sus cincuenta y dos años, mientras se prepara­ba para recibir a un paciente nuevo, sufrió un ataque al co­razón en su despacho. Durante su recuperación pidió ver a un psicoterapeuta y a un consejero espiritual. Recibió tera­pia durante varios meses, después pidió una excedencia, y en ese tiempo estudió atención médica alternativa. Finalmente fundó un centro de tratamientos donde se podían atender las necesidades psíquicas y espirituales de los pacientes, además de sus necesidades físicas.

«Tuve un ataque al corazón muy grave —dice Perry—. Siempre creeré que recuperé la salud gracias a la terapia, que me permitió entrar en mí mismo. No me di cuenta de que te­nía el corazón enfermo debido a mi práctica médica hasta que el corazón literalmente enfermó. ¿Qué podía ser más evidente? Por mi propio bien necesito tratar a mis pacientes con la atención y conciencia que ahora comprendo que ne­cesitan. También necesito cuidar de mí mismo de otra ma­nera, de modo que ya no trabajo las horas que trabajaba an­tes. Ahora, cuidarme es una prioridad. Toda mi vida es más sana porque caí enfermo y decidí creer que mi ataque al co­razón tenía un significado mucho mayor que el de un sim­ple problema eléctrico en mi sistema coronario.