Dado el poder que tiene el amor, vamos conociendo es­ta energía en fases o etapas. Cada fase nos presenta una lec­ción sobre la intensidad y las formas del amor: perdón, com­pasión, generosidad, amabilidad, cariño por uno mismo y los demás. Estas fases siguen el diseño de los chakras: co­menzamos a conocer el amor dentro de la tribu, asimilando las numerosas expresiones de esta energía de nuestros fami­liares. El amor tribal puede ser incondicional, pero generalmente transmite la expectativa de lealtad y apoyo a la tribu: en el ambiente tribal el amor es una energía que se compar­te entre personas de la misma clase.

Cuando despierta el segundo chakra y conocemos los la­zos de la amistad, el amor se amplía para incluir a «extraños.» Expresamos el amor queriendo a personas con las que no nos unen lazos sanguíneos y compartiendo con ellas. Cuando el tercer chakra despierta, descubrimos el amor de las cosas ex­ternas, de nuestras necesidades personales, físicas y materia­les, entre las cuales puede estar el deporte, los estudios, la moda, el galanteo y el emparejamiento, el trabajo, el hogar y el cuerpo.

Estos tres chakras tienen que ver con el amor en el mun­do externo.

En alguna época de nuestra civilización, estas tres prácti­cas del amor eran lo único que requería la vida. Muy pocas personas necesitaban algo más que el amor tribal y de pareja. Pero con el advenimiento de la psicoterapia y el movimiento de la espiritualidad, el amor se identificó como la fuerza que influye y tal vez determina la actividad biológica. El amor nos ayuda a sanar a otras personas y a nosotros mismos.

Las crisis de la vida cuyo núcleo es un problema de amor, como el divorcio, la muerte deun ser querido, el maltrato emocional, el abandono o el adulterio, suelen ser causantes de una enfermedad, no sólo un acontecimiento que la pre­cede por simple conciencia. La curación física suele re­querir la curación de los problemas emocionales.

Jack, un carpintero de cuarenta y siete años, invirtió una parte importante de los ahorros de su vida en una empresa creada por su primo Greg. Definiéndose como un «novato en los negocios», Jack me contó que Greg siempre daba la impresión de saber exactamente lo que hacía con las inver­siones, y le prometió que esa importante inversión le produciría beneficios suficientes para jubilarse anticipadamen­te. La esposa de Jack, Lynn, tenía serías dudas respecto a in­vertir todos sus ahorros en una empresa que no les garanti­zaba los beneficios, pero Jack confiaba en su primo y creía que todo resultaría exactamente como estaba previsto.

Al cabo de cuatro meses la empresa fracasó y Greg de­sapareció. Dos meses después, Jack sufrió un accidente en el trabajo y se lesionó la parte inferior de la espalda. Empezó a sufrir de hipertensión, se encerró en sí mismo y se fue de­primiendo cada vez más. Asistió a uno de mis seminarios porque Lynn lo obligó a acompañarla, desesperada por sa­carlo de ese estado de incapacitación.

Algunos trastornos son tan evidentes que cualquier per­sona desconocida puede hacer las conexiones e imaginar la causa. El estrés económico de Jack, junto con la sensación de que su primo se había aprovechado de él, sin duda le hacía arder de rabia la psique, lo cual le debilitaba la espalda y el nervio ciático. Su ira era también causa de la hipertensión, ya que no paraba de pensar en el error que había cometido al creer en las promesas de abundancia de su primo. Jack esta­ba «enfermo del corazón» debido a la traición de Greg y a la sensación de haberle fallado a su esposa.

Cuando mi charla llegó al tema del perdón, Jack se puso tan irritable que pidió permiso para salir de la sala. Yo no quería que se marchara porque sabía que necesitaba oír la información que iba a presentar, pero al verle la cara tuve muy claro que quedarse sólo aumentaría su malestar. Lynn le ha­bló como si en la sala no hubiera nadie aparte de ellos dos, le cogió la mano y le dijo que, aunque se estaba castigando por lo que consideraba un acto de estupidez, ella pensaba que ha­bía actuado por amor. «Jamás creeré que un acto de amor sea recompensado con dolor —añadió—. Si cambias de pers­pectiva y te atienes a la verdad de que apoyaste a alguien a quien amabas porque eso era lo que te parecía correcto, en­tonces, de alguna manera, todo resultará bien para nosotros.

Jack se echó a llorar, pidió disculpas balbuciendo y le dio las gracias a su esposa. Los demás participantes del semina­rio también estaban profundamente afectados y decidieron tomarse un descanso para darles una cierta intimidad a Jack y Lynn. Cuando estaba saliendo de la sala, Lynn me pidió que me acercara a ellos. «Creo que ya podemos irnos —me dijo—. Estaremos bien.»

Pasados unos meses contacté con Jack y Lynn para sa­ber cómo estaban. Lynn me dijo que Jack había vuelto al tra­bajo y que, aunque la espalda todavía le causaba algunas molestias, ya no le dolía tanto. Tenía la tensión arterial normal y ya no estaba deprimido. Los dos se sentían notablemente liberados del desastre económico porque ambos fueron verdaderamente capaces de perdonar lo ocurrido y continuar viviendo. "No hemos sabido ni una palabra de Greg —aña­dió—, pero suponemos que debe de estar pensando en este desastre mucho más que nosotros.»

Esta pareja es un ejemplo del poder espiritual de la ener­gía del corazón. La compasión que pasó del corazón de Lynn al cuerpo de Jack le dio a él el apoyo que necesitaba para perdonar a su primo, perdonarse a sí mismo y continuar con su vida.